¿Es más fuerte quién dice que no necesita a nada ni a nadie, o quién es valiente para expresar lo que siente y mostrar su vulnerabilidad?
Pregúntate si hay alguien que no necesite nada de nadie, capaz de todo por sí mismo.
Yo creo que no existe tal persona. Y si existe esa vida, me parecería una un poco aburrida, sin desafíos en los que retarse y superarse, ni la emoción de rendirse a sentir y enamorarse.
Si eres humano, eres falible, y en alguna medida vulnerable. Si estás fisiológicamente equilibrado, necesitas de los demás.
Está grabado en nuestros genes ser seres sociables, hemos llegado hasta aquí porque somos descendientes de todos los que sintieron el impulso de colaborar, y la naturaleza nos demostró que juntos avanzamos más que por cuenta propia.
Así que hay en ti una sensibilidad que te empuja a establecer vínculos en los que sentirte correspondido. Y esto, como un mecanismo de la naturaleza, es sumamente útil, porque hay cosas que no puedes hacer solo.
A partir de aquí, existen diferencias individuales, y no todos necesitamos exactamente lo mismo ni en igual medida. Estamos de acuerdo en ello. Y esto nos separa, pero también nos agrupa con nuestros iguales. Si necesitas tal cosa, y yo puedo dártela en la medida que tú requieres, ¡bingo! Vínculo.
Te juntas con lo que eres, recuerda esto.
El problema es que vivimos en una sociedad con unos valores compartidos que nos mide a todos con la misma vara. Habitamos un entorno que premia el individualismo y la autosuficiencia. No muestres debilidad; no muestres necesidad.
Los vestigios del patriarcado les dicen a los hombres que deben ser duros, fuertes y exclusivamente racionales, negándoles la vulnerabilidad. A las mujeres les dicen que básicamente deben ser lo que los hombres quieren que sean. Está jodida la cosa.
En contraparte, la tendencia ideológica actual, que quiere romper con la opresión del pasado, nos dice a todos que debemos empoderarnos, liberarnos de nuestras cadenas, y convertirnos en seres autosuficientes e independientes.
Estamos confundidos.
Somos personas vulnerables que nos necesitamos unas a otras, viviendo en una sociedad que nos incita a mostrar que no necesitamos a nada ni a nadie.
Y aunque suene contradictorio, no lo es. Esto también lo hacemos para encajar. Porque no podemos liberarnos de ese deseo de formar parte del grupo. Solo que ahora tenemos una sociedad compleja con sus normas sociales, y pareciera que el requisito para encajar es amoldarse a ellas.
Es rizar el rizo. ¿No sería más fácil reconocer que todos queremos lo mismo y expresarnos sin tapujos, y dejar que naturalmente nos acerquemos a unos y nos alejemos de otros; en vez de jugar a este teatro?
Sí, la sociedad nos complica las cosas. Pero era inevitable que en un sistema tan complejo ocurriera esto, y que, aunque en origen, esta organización social sirviera para favorecer nuestra vida, a veces termine desequilibrándonos.
Por eso, nuestra labor como participantes es actuar en la medida que seamos capaces para regular sus desajustes. Y esto sucede a través de la acción de cada individuo. Cuando cada uno escucha lo que necesita y hace lo que debe hacer para acercarse a ello, y todos los bichitos del enjambre hacen lo mismo, la dirección de la colmena cambia.
No estamos aquí para victimizarnos, sino para entender cómo son las cosas, aceptar las normas del juego, y jugarlo como nosotros queramos, según nuestros deseos.
Entonces, ¿autosuficiencia o vulnerabilidad?
Pues ninguna vale sin la otra.
¿Y dónde está el punto medio?
Ser fuerte, autosuficiente e independiente es deseable. Ser duro es útil a veces, para no convertirnos en títeres a merced de lo que ocurre fuera.
Pero si queremos ser felices tampoco podemos negar la vulnerabilidad que llevamos dentro. En ocasiones también necesitamos que nos echen una mano, y expresar lo fuerte que amamos a alguien, y cuanto nos echamos de menos. Necesitamos el abrazo del otro, y confiamos en nuestro criterio para elegir a quien pedírselo para recibirlo amorosamente.
El punto medio, la fuerza adecuada, es tener el coraje de mostrarnos vulnerables. Ser valientes para dejarnos ver tal y como somos, y sabernos capaces de defendernos y estar bien, aunque alguien decida aprovecharse de ello.
Como dice el taoísmo, la fuerza está en la flexibilidad del junco, que es blando y se dobla, pero no se quiebra.
No es más fuerte el que muestra no necesitar nada, sino el que reconoce su vulnerabilidad y tiene el coraje para mostrarla.
El equilibrio justo se encuentra en el punto medio.
“Todo lo que puedo hacer por mi cuenta, lo hago.
Para vivir en lo fundamental, soy autosuficiente. Puedo sustentarme, puedo protegerme, puedo cuidar de mí, puedo funcionar solo.Pero para aliviar la carga de la vida y disfrutar más de nuestro tiempo aquí, requiero de los demás, y tengo la lucidez y la valentía de reconocerlo y pedirlo, sabiendo que ocurra lo que ocurra, voy a estar bien.”




